Hace poco fui a un taller con todas las ganas de aprender y disfrutar de las experiencias de aprendizaje, me puse a disposición de mis maestros y me deje llevar por lo que había para mi. Fue un sábado, el que me pasé llorando sin poner resistencia y haciendo lo que mi cuerpo necesitaba. Y descubrí entre otras muchas cosas, que en nuestra lucha por nuestros derechos básicos, que en nuestro caminar sonriéndole a la vida, y nuestra maneras de hacer frente a las circunstancias, las mujeres hemos dejado a un lado, hemos perdido los tiempos, hemos desvirtuado nuestro derecho divino, natural y humano de llorar.